miércoles, 16 de mayo de 2012

Reina Madre

Una mujer, tres hijas y un pasado, y un presente, pesado

Entre todas las mujeres de esa oficina contable, Mabel es la más pulida. Las otras, no le llegan a los talones. Contra Mabel pocas pueden.
Prefiere que la llamen Maybel, se siente una lady. Gerentes, directores y cuanto hombre ronda los pasillos de la empresa hacen honor a sus atributos, con miraditas de reojo, sonrisas cómplices y los babosos de siempre.
Sus ambiciones cruzan las puertas del directorio y cuanto veterano inquieto la mira, ¡zas! Maybel no pierde puntada.
Allí está, erguida con su cola monumental, sacando tetas y banderita de largada.

¡Qué mujer!

Allá, en esa casa humilde del conurbano, la Mabelita creció cual princesa.
Con sus disfraces de Hada Patricia, su bebotes de Yoli-Bell, las guillerminas de charol y las argollitas de oro en sus orejas.
El guardapolvo almidonado con tablitas perfectas, las trenzas largas y puntillas por todos lados. Mientras su santa madre, cocía en los departamentos de Barrio Norte con las señoras que tan amablemente las protegían con regalos y alguna que otra colaboración a fin de mes extra para la nena.
Y gracias a esas colaboraciones, Mabel estudió inglés en la cultural y hasta tuvo el First Certificate.
Hizo un terciario contable, como auxiliar administrativa y un curso de modelo en AMA: Asociación Modelos Argentinas.
Su metro casi setenta, su columna erguida por las clases de danza con una profesora del Teatro Colón, el pelo largo y lacio, la piel fresca y las ganas de quedarse a vivir en el centro fueron más que tentaciones para hacer de todo en cursos acelerados. Y entre el book y la primer foto publicada, de una campaña de ropa interior para catálogo, sólo pasaron meses.
Muy controlada por la santa madre, Mabel no tuvo muchos novios, pero eso sí, uno imposible, un señor mayor, casado, vecino y dueño de un frigorífico de la zona. Que la conquistó a los 15 y la mantuvo en amores hasta los 28, hasta que él cumplió 60.

Suena el celular en la cartera, Maybel se apura a llegar desde la puerta de la oficina a su escritorio, son 5 metros nomás.
"Hola Ma, soy Vicky, te quiero avisar que no sé nada de Di, no apareció en todo el día y no me atiende el celular, lo único que te puedo decir es que anoche la llamó un tal Tony y la pasó a buscar por casa, vos ¿sabés algo?"

Maybel, se quedó muda y por tres segundos lo único a lo que atinó fue tapar el auricular del teléfono para que Vi no sintiera su agitada respiración.
" Hija, quedate tranquila, ya va a aparecer, la conoces a Di, y siempre hace estas cosas, vos no te preocupes, ya va a aparecer, un beso mi amor" y sin chance a nada, cortó la llamada y se puso a llorar despacito.

Ella crió como pudo a sus tres hijas, ahora casi mayores de edad.
Les dejó nombres de reinas para siempre: Victoria, Antonieta y Daiana ( porque para Maybel Diana en español no tiene glamour) y también les dejó, el departamento de dos ambientes, en el que vivieron como sardinas las 4 durante años, bien ubicado y en dónde soñaron y sueñan con los héroes que las rescataran de la clase media trabajadora hacia un mundo "mejor".
A Maybel, la vida le está dando una oportunidad única junto a una pareja profunda, con amor, sin demasiadas complicaciones y sin lugar para las chicas. Ahora no, piensa.


Antes de dejar la oficina, alrededor de las 18 hs, sonó una vez más el celular de Maybel.
" Señora García, de la comisaría 24, buenas tardes. Usted es la madre de Daiana García, necesitamos verla"
Y temblando, Maybel apenas pudo pedirles la dirección y salió corriendo a la calle sin saludar a nadie, atravesando la puerta de Blindex como si fuera de cartón.
( continuará)....

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