viernes, 7 de diciembre de 2007

Día de spa

¿Señora?
¡Por aquí, por favor!
Me dice una recepcionista sonriente, de dientes blancos como perlas, que me lleva por pasillos de luces con sonidos de agua y olores que huelen a templo, hasta dejarme en una suite recubierta de mármol con fanales que alumbran los rincones de ese ambiente tan perfecto y prolijo, más cerca de parecerse a un altar que a un “gabinete”.
Allí, durante unos extensos e inolvidables minutos, una terapeuta, recorrerá mi cuerpo cansado acunado por una música que derrama dulce y sonidos de viento.
Mientras todo eso sucede, pienso en un “Mundo Feliz” y se me ocurre pensar que a Aldous Halley se le olvidó incluir un capítulo en su obra.
Afuera, la calle es un caos. Llueve y el tráfico está imposible.
Subo a una camilla envuelta en sábanas con hilos egipcios hasta que una señorita, me indica que me acomode en ese camastro y me saque la bata, para que ella pueda trabajar sobre mi lomo arruinado.
¡Qué bueno! Pienso entre masajes y ungüentos aromáticos que en lugar de adobarme, acarician.
Mmmmmm.
Pequeñas palmaditas me aflojan. Dedos que se zambullen de cabeza entre mi espalda y un suave manoseo que sube y baja desde la cintura al cuello. Me aflojó. Creo que en cualquier momento me duermo o levito.
Mmm…Mmm
Entrega total al placer y ya no me importa nada. Estoy relajada profundamente, y entre mares de masajes y la música que envuelve y la respiración que de a poco se torna más profunda y oída.
Entre tanto amasado, siento que mis huesos ya son planos, que los músculos son tiernos y que de un momento a otro seré un papel que volará con la primera bocanada de viento y ahí sigo…y mi placer y mi sueño.
Mmm…Mmm
Hasta que una voz suave, pregunta:
- ¿Aquí siente el malestar? -
Dice la masajista, cortándome la realidad y la maldigo:
¡Qué inoportuna!
Por momentos me parece que la dulce terapeuta descarga también sus propias tensiones en las mías; no me importa porque necesito sinceramente que un elefante camine sobre mi espalda, - estoy tan contracturada y agotada, que no importa -.
¡Ay! - grito suavecito, limpiándome un hilito de baba que cuelga de la comisura de mis labios, porque la verdad es que me quedo dormida rápidamente..
Vuelvo al Nirvana y allí me quedo, me quedo…Mmm.
Zzz zZZZzzzZZZzzzz
Una voz potente me despierta: Señora! Señora!
-“Arriba, arriba"- me gritan como si fuera mi madre en la adolescencia.
Calculo que me quedé dormida. No sé por cuanto tiempo.
Lo único que atino es a vestirme lo más rápido que puedo. Me saco la cofia, la ropa interior descartable y me voy con los aceites y los ungüentos. Me los llevo puestos.
Claro, quedé tan relajada y me dormí como un tronco. La masajista cambió de turno, se fue a la mierda y me despertaron porque cerraban el spa.
En la calle, no encuentro taxi, sigue lloviendo y rompí el taco del zapato por una vereda rota. Hace más de media hora, tenía que retirar a mi hijo del colegio y olvidé con el apuro de encender el celular.
Al final, gasté -todo lo que gané en la semana - para relajarme y encima con tantos nervios ¡me contracturé de nuevo!
Grrrrrr.

martes, 18 de septiembre de 2007

Mi retoño en otoño

Mi retoño en otoño


No hay dimensiones para explicar lo que significa un hijo, no hay metro ni medidas.
Es un regalo de los dioses, del destino.
Es la fortuna de sentir amor infinito.
Algo habremos hecho bien en la vida, – el padre y yo -, para disfrutar semejante bendición.
Nos parece mentira tener a ese sol en la casa.
Cambió la manera de mirar la vida y pararse en el universo.
Sobre todo en el embarazo. Un estado sublime, celestial. Donde la gente te toca la panza como un acto de santificación. No hay nada más puro que un ser gestándose; aunque no fue un período muy agradable entre lunas y ecografías, cada visita al médico era una sorpresa.
El miedo no fue casual, tuvimos que atravesar cierto peligro en una punción y el adelanto de la cesárea en la semana 36, por ser ¡VIENTRE AÑOSO!
¡Qué forma ingrata y grosera de definir a una madre madura!
De todas formas, un niño te da vida, te rejuvenece y es cierto, no sólo porque se regeneran las células (una especie de lifting involuntario), sino porque entras en una frecuencia de pañales, tetas, mamaderas y desvelos para lo que necesitas una energía extra a la que sólo te habilita el amor.
Luego de dos años de la llegada del bebé, la adaptación de “ser padres” es cada vez más efectiva. Pienso que los hijos te conducen hacia ese rumbo incierto con sus necesidades y respuestas, como si ya los conocieras.
Por eso, la maternidad /paternidad amplia tu horizonte.
Cabeza y corazón unidos bajo un mismo objetivo.
Dejas de ser víctima, victimario, primera figura y espectador pasivo.
Priorizas el tiempo y haces un filtro de lo que más te importa para no robarle ni horas ni espacio al crío
Ya no sos tan santa y te volvés una guerrera para cubrir todas las necesidades y aventurarte el mañana. Tal vez, porque a esta altura del otoño, la vida pasa mucho más rápido.
Significa que ya estás viviendo el futuro.
Todo lo que no hiciste en 20 años, lo tenés que hacer en 5.
Por lo pronto, trataré que siempre luzca primavera.
Ya me hice todo tipo de chequeos médicos, hasta pedí turno con el plástico, tomo vitaminas, trabajo 15 horas por días, ahorro todo lo que puedo y encima me cuido tanto que ya no sé que edad tengo. Quiero estar impecable, no vaya a ser cosa que el niño empiece el Kinder y me sorprenda el invierno.

jueves, 19 de julio de 2007

Amigas

Pasado, presente futuro. Qué más da....
Sólo los momentos se registran a través de los años,
como huellas marcadas en el camino del afecto.
No hay hola ni adiós y la historia no acaba.
Simplemente, el recuerdo eterno y el agradecimiento, siempre, por
permanecer.
Un deseo inmortal de amistad y un pacto cómplice, por lo vivido, por ser testigos, por memoria y por sobre todo, porque algo de una le pertenece a la otra.
Por todas las fiestas que vendrán.

A mis amigas

lunes, 2 de julio de 2007

Muñecas Rotas

Muñecas Rotas
Creo que cuando Malena apareció con su primer lifting ante nosotras – sus amigas de “ toda la vida” –, nos paralizamos.
Sin habla, quedamos cuando vimos que la boquita corazón de Malena había mutado en labios de besugo, no muy carnosos pero sí muy largos, que atravesaban el rostro de mejilla a mejilla. Aquel rostro cándido y bonito al que adorábamos cual estampita religiosa, ahora, era un retrato estándar de estrella de televisión en baja.
Nosotras observábamos párvulas cada detalle en su nuevo rostro. Las orejas estaban más atrás de lo habitual y la frente, atrasada en el cuero cabelludo, donde un flequillo planchado trataba de apoyarse sin suerte, como un felpudo pidiendo pista. Ya que, la cabellera renegrida había retrocedido un par de centímetros con la intención de alisar las arrugas frontales.
No sé si fue con sed de venganza, pero con cierto rencor más de una dijo con labios casi cerrados, - aprovechando una ida de Malena al baño -: “Viste nena, nada es para siempre.” “A vos también te llegó el viejazo”.
Malena era la más bonita de todas. Con cierto aire de muñequita intocable, de santa pura y casta. Por su belleza, mucha veces, tuvimos que cruzar la vereda de enfrente para que los chicos nos miraran; pintarnos la cara como una puerta y hacernos el triple de simpáticas, para ganar aunque sea un número de teléfono.
Cuantas planchas tuvimos que aguantar por ella, mientras en los asaltos, Peter Frampton sonaba en el centro musical con: “babe i love your way,..” .
De todas maneras, y cual diosa del Olimpo, Malena, todavía, seguía ocupando su trono.
Sensualmente y arreglándose el escote nos invitó a sentarnos junto a ella, y con esa actitud de gata irresistible, nos preguntó:
¿y? ¿ estoy de 20?
El silencio duró lo que tarda el saquito del té en teñir el agua, sin embargo, jugando con la provocación nos hizo caer en las redes de su ego y sin dudar, contestamos a coro: Sí, ¡estás bárbara!, mientras que por debajo de la mesa cruzábamos los dedos pidiendo por favor, “ Piedad, que el viejazo nos agarre de otra manera”
Pero después de todo, y mirando a cada una de las presentes, traté de hacer una reflexión aguda, ( incluyéndome, por supuesto): ¿Qué es eso de dejarse el pelo largo hasta la cola como adolescente, cuando estamos llegando a la menopausia? ¿ Por qué insistir con la vanguardia, el retro o el vintage de feria americana cuando las varices nos trepan las piernas? Preguntándome: ¿ qué es lo qué tanto nos horroriza? Ni hablar las que comparten la pilcha con las hijas teens o usan la ropa dos talles menos. ¿ Y las qué abusan de las piedras, el strapless, el estrás y el taco stilleto?
En ese ataque de sinceridad, y observando con crueldad, pensé:¿Tan mal está Malena?

viernes, 29 de junio de 2007

El por qué de la " psi o no" análisis

No cabe duda, que uno a cierta edad vive pensando en cómo hacer, para que los últimos 40 años sean cómodos, en el sentido de la prosperidad y la tranquilidad económica. El resto es una pelea constante entre el tiempo, la desconfianza y la firmeza en aceptar, que uno llegó hasta donde pudo.
Difíciles son los casos en que la felicidad sobrevive a los desencantos, las billeteras vacías, las metidas de pata – de las que son difíciles salir – y los delitos a la auto integridad.
Sí esto sucede, hay un punto esencial: la comprensión del porque pasó, pasa y por sí pasara. En todos los casos lo mejor es prevenir, curar o cicatrizar para que no duela tanto la cuita.
Parece fácil cuando a uno le plantean esto en el diván, se siente tan sólo e inútil, que dan ganas de arrojarse encima del terapeuta y decirle al oído: “boludo/a no te das cuenta que hago lo que puedo... ”
No existe un manual para poder entender cuál de todas las terapias es la más conveniente a nuestras necesidades.
Tenemos que descubrir en el análisis, sí nos sentimos cómodos con el lacaniano, si no nos trabamos con el freudiano o nos liberamos con el gestáltico.
Ante tanto análisis del análisis, nos convertimos en seudoprofesionales, improvisados seguros de participar en cualquier discusión, tocando de oído, y animándonos sin pudores a recomendar que terapia seguir según los casos y según los años de experiencia que llevamos con el terapeuta y nos “avalan”, siguiendo una suerte de neurosis.
Otros de los puntos que generalmente devienen en conflicto, y es producto de que a uno le vaya tomando el gustito al diván, es la soledad.
No hay nada peor que estar solo estando acompañado, en familia, pareja y en la versión on line, elegida.
O por no estar solo reiterar traspiés, equivocaciones y no poder responder: ¿por qué elegimos a ese?, - a veces como un extra -, aunque sea para compartir las noches de Navidad o Año nuevo, que nos llame en los cumpleaños y nos mienta el 14 de febrero.
No será en ambos casos, ¿un gran temor por no querer asumir, ciertos riesgos?
¿Será un ataque de pánico, ante tanta responsabilidad y una buena manera de eludir lo que no queremos ver?.
¿No será mejor estar solo?
Ante tanta pregunta y ante tantas respuestas – que respondemos, repreguntamos, reafirmamos y repetimos incansablemente –, uno va redescubriendo, el intrínseco laberinto o camino interno, al que no tenemos idea de cómo llegar y por donde salir.
Claro está que si procedemos con tantas dudas, lo más seguro es que un día nos encontremos hechos un nudo, tan difícil de liberar, como nuestras propias dudas.
Eso sí, es un largo camino, al que no se accede con una terapia semanal, menos aún sí estuvimos toda la vida enroscados y nos seguimos enroscando.
El resultado o la conclusión ante la posibilidad de seguir o no un tratamiento es cuánto pesa el pensar en sí hemos perdido o gastado tiempo haciendo dibujos en el aire, bajo la suposición de lo que no fue y lo que tendría que haber sido.
Arriesgarse al dolor inminente, tal vez con heridas que se abran para no cerrar jamás, por el desgaste de descubrir al iceberg, que todos llevamos dentro y que representa al perfil de nuestra personalidad.
Ya que para poder llegar hasta la base, hay que recorrer – seguramente -, un largo camino lleno de astillas y creo, el peligro inevitable de desgarrarse y encima tener que pagar exclusivamente para eso... ¡Y sale tan caro!




Nota: Estos textos corresponden a mi autoría. Quien se anime a copiarme, plagiarme o actúe de manera irregular con mí obra es un pobre infeliz, que justifica parte de su existencia con la mía.

Julia Caprara