¿Señora?
¡Por aquí, por favor!
Me dice una recepcionista sonriente, de dientes blancos como perlas, que me lleva por pasillos de luces con sonidos de agua y olores que huelen a templo, hasta dejarme en una suite recubierta de mármol con fanales que alumbran los rincones de ese ambiente tan perfecto y prolijo, más cerca de parecerse a un altar que a un “gabinete”.
Allí, durante unos extensos e inolvidables minutos, una terapeuta, recorrerá mi cuerpo cansado acunado por una música que derrama dulce y sonidos de viento.
Mientras todo eso sucede, pienso en un “Mundo Feliz” y se me ocurre pensar que a Aldous Halley se le olvidó incluir un capítulo en su obra.
Afuera, la calle es un caos. Llueve y el tráfico está imposible.
Subo a una camilla envuelta en sábanas con hilos egipcios hasta que una señorita, me indica que me acomode en ese camastro y me saque la bata, para que ella pueda trabajar sobre mi lomo arruinado.
¡Qué bueno! Pienso entre masajes y ungüentos aromáticos que en lugar de adobarme, acarician.
Mmmmmm.
Pequeñas palmaditas me aflojan. Dedos que se zambullen de cabeza entre mi espalda y un suave manoseo que sube y baja desde la cintura al cuello. Me aflojó. Creo que en cualquier momento me duermo o levito.
Mmm…Mmm
Entrega total al placer y ya no me importa nada. Estoy relajada profundamente, y entre mares de masajes y la música que envuelve y la respiración que de a poco se torna más profunda y oída.
Entre tanto amasado, siento que mis huesos ya son planos, que los músculos son tiernos y que de un momento a otro seré un papel que volará con la primera bocanada de viento y ahí sigo…y mi placer y mi sueño.
Mmm…Mmm
Hasta que una voz suave, pregunta:
- ¿Aquí siente el malestar? -
Dice la masajista, cortándome la realidad y la maldigo:
¡Qué inoportuna!
Por momentos me parece que la dulce terapeuta descarga también sus propias tensiones en las mías; no me importa porque necesito sinceramente que un elefante camine sobre mi espalda, - estoy tan contracturada y agotada, que no importa -.
¡Ay! - grito suavecito, limpiándome un hilito de baba que cuelga de la comisura de mis labios, porque la verdad es que me quedo dormida rápidamente..
Vuelvo al Nirvana y allí me quedo, me quedo…Mmm.
Zzz zZZZzzzZZZzzzz
Una voz potente me despierta: Señora! Señora!
-“Arriba, arriba"- me gritan como si fuera mi madre en la adolescencia.
Calculo que me quedé dormida. No sé por cuanto tiempo.
Lo único que atino es a vestirme lo más rápido que puedo. Me saco la cofia, la ropa interior descartable y me voy con los aceites y los ungüentos. Me los llevo puestos.
Claro, quedé tan relajada y me dormí como un tronco. La masajista cambió de turno, se fue a la mierda y me despertaron porque cerraban el spa.
En la calle, no encuentro taxi, sigue lloviendo y rompí el taco del zapato por una vereda rota. Hace más de media hora, tenía que retirar a mi hijo del colegio y olvidé con el apuro de encender el celular.
Al final, gasté -todo lo que gané en la semana - para relajarme y encima con tantos nervios ¡me contracturé de nuevo!
Grrrrrr.