viernes, 29 de junio de 2007

El por qué de la " psi o no" análisis

No cabe duda, que uno a cierta edad vive pensando en cómo hacer, para que los últimos 40 años sean cómodos, en el sentido de la prosperidad y la tranquilidad económica. El resto es una pelea constante entre el tiempo, la desconfianza y la firmeza en aceptar, que uno llegó hasta donde pudo.
Difíciles son los casos en que la felicidad sobrevive a los desencantos, las billeteras vacías, las metidas de pata – de las que son difíciles salir – y los delitos a la auto integridad.
Sí esto sucede, hay un punto esencial: la comprensión del porque pasó, pasa y por sí pasara. En todos los casos lo mejor es prevenir, curar o cicatrizar para que no duela tanto la cuita.
Parece fácil cuando a uno le plantean esto en el diván, se siente tan sólo e inútil, que dan ganas de arrojarse encima del terapeuta y decirle al oído: “boludo/a no te das cuenta que hago lo que puedo... ”
No existe un manual para poder entender cuál de todas las terapias es la más conveniente a nuestras necesidades.
Tenemos que descubrir en el análisis, sí nos sentimos cómodos con el lacaniano, si no nos trabamos con el freudiano o nos liberamos con el gestáltico.
Ante tanto análisis del análisis, nos convertimos en seudoprofesionales, improvisados seguros de participar en cualquier discusión, tocando de oído, y animándonos sin pudores a recomendar que terapia seguir según los casos y según los años de experiencia que llevamos con el terapeuta y nos “avalan”, siguiendo una suerte de neurosis.
Otros de los puntos que generalmente devienen en conflicto, y es producto de que a uno le vaya tomando el gustito al diván, es la soledad.
No hay nada peor que estar solo estando acompañado, en familia, pareja y en la versión on line, elegida.
O por no estar solo reiterar traspiés, equivocaciones y no poder responder: ¿por qué elegimos a ese?, - a veces como un extra -, aunque sea para compartir las noches de Navidad o Año nuevo, que nos llame en los cumpleaños y nos mienta el 14 de febrero.
No será en ambos casos, ¿un gran temor por no querer asumir, ciertos riesgos?
¿Será un ataque de pánico, ante tanta responsabilidad y una buena manera de eludir lo que no queremos ver?.
¿No será mejor estar solo?
Ante tanta pregunta y ante tantas respuestas – que respondemos, repreguntamos, reafirmamos y repetimos incansablemente –, uno va redescubriendo, el intrínseco laberinto o camino interno, al que no tenemos idea de cómo llegar y por donde salir.
Claro está que si procedemos con tantas dudas, lo más seguro es que un día nos encontremos hechos un nudo, tan difícil de liberar, como nuestras propias dudas.
Eso sí, es un largo camino, al que no se accede con una terapia semanal, menos aún sí estuvimos toda la vida enroscados y nos seguimos enroscando.
El resultado o la conclusión ante la posibilidad de seguir o no un tratamiento es cuánto pesa el pensar en sí hemos perdido o gastado tiempo haciendo dibujos en el aire, bajo la suposición de lo que no fue y lo que tendría que haber sido.
Arriesgarse al dolor inminente, tal vez con heridas que se abran para no cerrar jamás, por el desgaste de descubrir al iceberg, que todos llevamos dentro y que representa al perfil de nuestra personalidad.
Ya que para poder llegar hasta la base, hay que recorrer – seguramente -, un largo camino lleno de astillas y creo, el peligro inevitable de desgarrarse y encima tener que pagar exclusivamente para eso... ¡Y sale tan caro!




Nota: Estos textos corresponden a mi autoría. Quien se anime a copiarme, plagiarme o actúe de manera irregular con mí obra es un pobre infeliz, que justifica parte de su existencia con la mía.

Julia Caprara