martes, 27 de julio de 2010

cavado profundo

...Cuando el método nos convierte en tribu
No hay nada más terrible que el vello cubra la superficie de la entre pierna como un bosque salvaje y abandonado, que traspase hasta el tobillo y se plante milímetros antes de alcanzar el empeine.

Calculo que hoy en día no suceden cosas así, salvo en casos de extrema marginalidad o en alguna cultura lejana.

Sin embargo, sé de mujeres que andan por la vida ocultando su costado primitivo y se niegan, vaya a saber por qué, a desmalezar sus partes, creo yo, en protesta por no ser miradas.

También están las extremistas, las obsesivas que muestran puro poros, que se pelan como pollos hasta semejarse a un bebé recién nacido y borrar de un plumazo toda huella de pasado turbulento, para andar como un ser puro y primerizo.

Vaya sorpresa me llevé hace muy poco, cuando en una peluquería - multiservicios femeninos -, vi un cartel que anunciaba tira de cola, cuando en realidad lo único que conocía hasta ese momento era la tira de asado. ¿Hasta donde hemos llegado? ¿Tanto camino hay que abrir para mostrarnos?

Tengo amigas que debajo de sus brazos transitan libremente, otras que con agua oxigenada confunden el vello con la piel.

Yo no sé si mi método es el mejor pero bien rapidito lo hago, cuando veo algo que me hace sentir incómoda, generalmente en verano, agarro mi maquinita y santo remedio. Si algo se me escapa, seguramente es porque no pude llegar muy lejos. Debo confesar que ir a un gabinete, para que otros profundicen mis surcos me da rechazo, también es cierto que otra mirada a veces es más precisa o certera. Aunque sean otras manos que las propias y el apuro por terminar esté condicionado por el tiempo de la clientela.
Así de estructuradita soy, el cavado profundo, es algo mío. No vaya a ser cosa que nadie me lastime en mis fueros más íntimos, aunque a veces pego mal en las curvas y pongo el grito en el cielo! Entonces es ahí donde pienso, ¿por qué no pedí ayuda?!!!!


Nota: Estos textos corresponden a mi autoría. Quien se anime a copiarme, plagiarme o actúe de manera irregular con mí obra es un pobre infeliz, que justifica parte de su existencia con la mía.

Julia Caprara